martes, 6 de marzo de 2012

LLUEVE BUENOS AIRES



llueve buenos aires

en la soporífera tarde de marzo



llueve las inundancias de siempre



lenguetea cordones y baldosas



se entretiene con mocasines baratos e imprevistos



llueve y navega inmiscuyéndose en cada junta, en cada agujero secreto



llora como un tango penas que no valen ni una sola pena



llena de miedo zócalos y escalinatas



apaga luces de semáforos indicadores de la nada



se derrama entre cabellos de muchachas impudentes



vuela paraguas de señores rectos, de trajes y corbatas



desarma peinados de señoras ofuscadas



juguetea con niños desprovistos de temores



llueve buenos aires y luego se detiene



para que todo siga igual

lunes, 27 de febrero de 2012

SOY


Imagen: www.mispueblos.es

Soy un niño desventurado
criatura de los patios
con chirriante triciclo
y rulos de calesita

caballito de madera
sube y baja
tobogán de sueños
¡quién tendrá presente
mis notas de conducta!

hamaca acercame al cielo
que quiero soplar una nube
para ver más azul
y abrazarme a ese sol redondo

QUESOS PARA EL AULA


Usted me pide señorita que escriba una composición tema "El queso" y a mí me pone en un compromiso. Qué le puedo decir sobre el queso, señorita, que me gusta, que es muy rico. Es muy bueno el queso y además hace bien para la salud. Debe ser por eso que mi mamá siempre a eso de las 11 de la mañana se acerca a la piecita de allá atrás, que es donde juego y hago los deberes, y me da un pedazo de queso de rallar, lo que me hace pensar que debe curar la bronquitis, porque todo lo que mi mamá me da es siempre un buen remedio para sanarme esa enfermedad. Con decirle, señorita, que en la esquina de mi casa hubo una vez una quesería enorme y después cerró, y pasaron los años y el local quedó abandonado pero el olor a queso siguió estando, y cada vez que paso por ahí respiro hondo y me hace bien a los bronquios aunque usted no me lo crea. A mí me gusta el olor a queso, señorita, pero hay gente que le gusta comer queso pero no le gusta el olor que tiene.
Usted me dice queso y yo me imagino ratones, porque dicen que a los ratones les gusta mucho el queso, y me parece bien porque los ratones son muy inteligentes y debe ser porque comen mucho queso. Lo que no me gusta es que la gente gaste queso en ponerlo en las tramperas para matar ratones, es un verdadero desperdicio y además está muy mal eso de matar animalitos.
Mi tío Gumersindo, que vive en Tandil, me cuenta siempre que allá hay un almacén de un señor llamado Derqui que tiene un queso enorme arriba del mostrador y que arriba de ese queso está siempre un gato durmiendo y que al final nunca lo puede vender porque el gato no lo deja. Pero ese señor está contento porque no se le acerca ni un ratón ni así de chiquitito.
Cuando me piden que dibuje un queso yo siempre lo hago redondo y negro con un pedazo que le falte así adentro lo pinto de amarillo, aunque he visto que hay quesos de otros colores y no siempre son tan amarillos por adentro. Hay quesos que por afuera son rojos o bordó y hay otros blancos que tienen como una especie de talco como el lisofor, pero esos son blandos y se hunden, son los que mi papá los llama "quesos ñañaña". También he visto que hay otros quesos que vienen envueltos en papel plateado pero me parece que esos deben ser muy caros porque en casa nunca los compran.
Una cosa que no me gusta es que a los chicos medios bobos les digan que son unos quesos. Me parece que es insultar al queso que no se merece eso.
Me gustan las queserías con esos estantes tan altos y tan llenos de quesos.
A la vuelta de casa, sobre la avenida Federico Lacroze, está la quesería "Los tres chanchitos". La atienden tres hermanos gordos con unos delantales blancos bastante sucios, que siempre tienen en sus manos unos cuchillos muy grandes y filosos y que cuando mi papá les pide un cuarto de queso lo cortan con mucha facilidad.A mí me duele en el alma cuando le clavan el cuchillo al queso, es como si lo mataran. Yo no sé porqué esa costumbre que tiene la gente de no comprar los quesos enteros ¿no se dan cuenta que terminan comprando un queso muerto? Para mí el queso debe estar entero.
Cuando me enteré que había un queso llamado Mar del Plata me imaginé que era como los alfajores havana y que venían en cajas amarillas con la foto de la Bristol y el edificio del Casino. Pero después vi que era un queso como cualquier otro. Debería haber alfajores de queso. A nadie se le ocurrió inventarlos. Pero le juro, señorita, que cuando yo sea grande los voy a fabricar y me voy a hacer millonario.
A mi tía Paquita, que le dicen la Paqui, le gustan los quesos con muchos agujeros. Dice que lo que más le gusta del queso son los agujeros y hay que verla, señorita, como se pone con el cuchillo y el tenedor a recortarlos y como disfruta masticándolos con esos dos únicos dientes que le quedan.
Hay mucho para contar sobre el queso, señorita, sería lindo que alguna vez, usted que sabe de todo, nos cuente quién lo inventó y como lo hacen. Algo debe tener que ver con las vacas porque hay muchos quesos que vienen con una etiqueta con un dibujo del campo con vacas y eso, ahora que me acuerdo, señorita, me olvidé de ponerlo en esa otra composición tema "la vaca" que usted nos dio para hacer la otra vez y que usted me corrigió un montón de cosas y que al final me puso un regular y que para mí estaba bien. Además no entendí ni medio lo que me corrigió con esa letra espantosa que tiene y encima con birome roja.
Pero volviendo al queso, señorita, le digo que está muy bien que nos haga escribir esta composición, porque hay muchos chicos a los que no les gusta y que para comerlo se tapan la nariz. Lo mismo que cuando tienen que tomar la leche, como hace mi prima la Pirucha, que es muy asquerosa.
Yo tendría más para escribir sobre el queso, señorita, pero me parece que la voy a aburrir. Pero antes de terminar le quiero decir algo, señorita, le quiero decir que yo a usted la quiero mucho ¿y sabe porqué?, porque cuando me le acerco, usted, siempre tiene un impresionante olor a queso.

LO QUE NUNCA NADIE DIJO SOBRE ANDREI BORLOFF



Imagen: www.tectonicablog.com/

La obra de Andrei Borloff es de una peculiar característica dentro de la literatura de la primera mitad del siglo XX. Ya se observa su estilo en su primer libro de cuentos: Dos patos y un camino (Ediciones del Ciervo, Buenos Aires, 1917), donde en el relato que le da nombre al mismo aparece un cazador que se lanza a la vera de una ruta de la Provincia de Buenos Aires en busca de rinocerontes, hipopótamos y ornitorrincos, en los polvorientos campos de una pampa ya no tan húmeda.
En 1922, luego de cinco años sin publicar, Borloff se vincula con diversos movimientos de escritores. Si bien disiente con todos ellos se destaca notablemente y deja perplejos a muchos intelectuales como Landòn, Hacchette y Molina Aguero. Su bajo perfil hace ahondar en sentimientos estrepitosos que da lugar a que su obra sea analizada en casas de Altos Estudios tanto de Argentina como de Uruguay. Pero Barloff va más allá: también llega a Paraguay.
A fines de 1923 logra finalmente publicar De todos los patios se asoman sapos (Ediciones Cagatintas, Buenos Aires, 1923), su primera novela basada en sus vínculos familiares.
En 1924 un prestigioso médico psiquiatra (del cual es paciente) lo invita a disertar en una de las cátedras de la Facultad de Ciencias Ocultas de Xalapa, México, ante una multitud de estudiantes de la carrera de ciencias económicas.
Con esta novela Borloff se consagra. A partir de ella se produce un antes y un después en su vida. En una de sus presentaciones, autografiando ejemplares en la librería Anacleta de la Av. Santa Fe y Riobamba de Buenos Aires, conoce a una mujer soltera mucho mayor que él, la cual lo adopta como hijo y que en 1925 se casa con ella, para que unos meses después decida por influencia de su obra, convertirse en la abuela que nunca tuvo.
Por ese entonces se lo veía a Borloff deambular solitario en las noches por las calles de Buenos Aires buscando empecinado temas de inspiración, pero lo único que terminaban obsecionándolo eran esas chapitas que servían de tapas para una bebida refrescante llamada Pamela y que quedaban tiradas en las veredas de los bares. El nombre de la bebida le inspira a escribir su segunda novela: Pamela, un amor envidiable, que logra publicar a través de un tío natural que dicen conoció en el puerto cuando llegó a Buenos Aires y que trabajaba como linotipista en la Honorable Imprenta de los Niños de Bien Ltda. (Buenos Aires - Barcelona, 1926).
A los cuarenta años Andrei Borloff se enamora perdidamente de una bella joven de quince años llamada Vladimira Nortrova recién llegada de Rusia. Si bien Borloff no habla el ruso ni Vladimira el castellano, ambos escriben a la perfección los dos idiomas, lo que hace que puedan entenderse sólo por escrito. Y es en esa época en que la obra de Borloff se bifurca.
A un año de vivir juntos Vladimira lo deja por un cantor de tangos, el coreano Lezama de la Orquesta Típica La Vitrola. Su confusión es muy grande y no logra terminar su nueva novela Casamiento sin hilos.
En medio de un estado de depresión Borloff decide suicidarse de una manera muy particular tragándose una por una todas las tapitas de Pamela que guardaba en una bolsa de arpillera.
Fue encontrado sin vida en la habitación que alquilaba en una pensión de la calle Chacabuco en el barrio de San Telmo justo un día después que Vladimira Nortrova presentara junto al coreano Lezama su primera novela Casamiento sin hilos, la misma que Borloff había empezado a escribir sin terminar y que había dejado sus borradores olvidados en la casa donde convivían. Si bien la novela no tenía final, fue un éxito rotundo: se vendieron más de 150.000 ejemplares en quince días.

UN TIPO QUE AVANZA


Imagen: http://www.fotosjuancastro.com.ar/

Avanza. No sabe hacia donde. Avanza. Se pierde por esas calles que descienden. Tropieza con adoquines y vías de tranvías entrecortadas. Avanza. Se fatiga y transpira. No detiene ni disminuye su velocidad empecinada. Mientras recorre veredas angostas interrumpidas por bolsas llenas de basura, husmea dolorido en su mente imágenes de un pasado que no ha muerto. Avanza. Llega a una gran avenida. La subida a la autopista lo obliga a detenerse. Cuando el semáforo se lo permite decide cruzar. Avanza. En medio del pavimento cae desplomado. Su cráneo se parte en dos y desde adentro sale la imagen de ella, que lo sigue mirando con esos ojos negros penetrantes. ¿Pero tánto daño te habré hecho para que me hagas ésto?, piensa todavía pese a la sangre que recorre a borbotones su rostro. ¿Era para que me dejaras tirado en medio de esta avenida como un perro?. Cierra los ojos. La imagen de ella se va diluyendo y queda un fondo negro que se confunde con el cielo de la noche. Llega una ambulancia. Un médico y el chofer. Una camilla. Lo suben. La ambulancia arranca a toda velocidad. Se pierde con los hilos de luz del gran tránsito. Avanza.