martes, 6 de marzo de 2012

LLUEVE BUENOS AIRES



llueve buenos aires

en la soporífera tarde de marzo



llueve las inundancias de siempre



lenguetea cordones y baldosas



se entretiene con mocasines baratos e imprevistos



llueve y navega inmiscuyéndose en cada junta, en cada agujero secreto



llora como un tango penas que no valen ni una sola pena



llena de miedo zócalos y escalinatas



apaga luces de semáforos indicadores de la nada



se derrama entre cabellos de muchachas impudentes



vuela paraguas de señores rectos, de trajes y corbatas



desarma peinados de señoras ofuscadas



juguetea con niños desprovistos de temores



llueve buenos aires y luego se detiene



para que todo siga igual

lunes, 27 de febrero de 2012

SOY


Imagen: www.mispueblos.es

Soy un niño desventurado
criatura de los patios
con chirriante triciclo
y rulos de calesita

caballito de madera
sube y baja
tobogán de sueños
¡quién tendrá presente
mis notas de conducta!

hamaca acercame al cielo
que quiero soplar una nube
para ver más azul
y abrazarme a ese sol redondo

QUESOS PARA EL AULA


Usted me pide señorita que escriba una composición tema "El queso" y a mí me pone en un compromiso. Qué le puedo decir sobre el queso, señorita, que me gusta, que es muy rico. Es muy bueno el queso y además hace bien para la salud. Debe ser por eso que mi mamá siempre a eso de las 11 de la mañana se acerca a la piecita de allá atrás, que es donde juego y hago los deberes, y me da un pedazo de queso de rallar, lo que me hace pensar que debe curar la bronquitis, porque todo lo que mi mamá me da es siempre un buen remedio para sanarme esa enfermedad. Con decirle, señorita, que en la esquina de mi casa hubo una vez una quesería enorme y después cerró, y pasaron los años y el local quedó abandonado pero el olor a queso siguió estando, y cada vez que paso por ahí respiro hondo y me hace bien a los bronquios aunque usted no me lo crea. A mí me gusta el olor a queso, señorita, pero hay gente que le gusta comer queso pero no le gusta el olor que tiene.
Usted me dice queso y yo me imagino ratones, porque dicen que a los ratones les gusta mucho el queso, y me parece bien porque los ratones son muy inteligentes y debe ser porque comen mucho queso. Lo que no me gusta es que la gente gaste queso en ponerlo en las tramperas para matar ratones, es un verdadero desperdicio y además está muy mal eso de matar animalitos.
Mi tío Gumersindo, que vive en Tandil, me cuenta siempre que allá hay un almacén de un señor llamado Derqui que tiene un queso enorme arriba del mostrador y que arriba de ese queso está siempre un gato durmiendo y que al final nunca lo puede vender porque el gato no lo deja. Pero ese señor está contento porque no se le acerca ni un ratón ni así de chiquitito.
Cuando me piden que dibuje un queso yo siempre lo hago redondo y negro con un pedazo que le falte así adentro lo pinto de amarillo, aunque he visto que hay quesos de otros colores y no siempre son tan amarillos por adentro. Hay quesos que por afuera son rojos o bordó y hay otros blancos que tienen como una especie de talco como el lisofor, pero esos son blandos y se hunden, son los que mi papá los llama "quesos ñañaña". También he visto que hay otros quesos que vienen envueltos en papel plateado pero me parece que esos deben ser muy caros porque en casa nunca los compran.
Una cosa que no me gusta es que a los chicos medios bobos les digan que son unos quesos. Me parece que es insultar al queso que no se merece eso.
Me gustan las queserías con esos estantes tan altos y tan llenos de quesos.
A la vuelta de casa, sobre la avenida Federico Lacroze, está la quesería "Los tres chanchitos". La atienden tres hermanos gordos con unos delantales blancos bastante sucios, que siempre tienen en sus manos unos cuchillos muy grandes y filosos y que cuando mi papá les pide un cuarto de queso lo cortan con mucha facilidad.A mí me duele en el alma cuando le clavan el cuchillo al queso, es como si lo mataran. Yo no sé porqué esa costumbre que tiene la gente de no comprar los quesos enteros ¿no se dan cuenta que terminan comprando un queso muerto? Para mí el queso debe estar entero.
Cuando me enteré que había un queso llamado Mar del Plata me imaginé que era como los alfajores havana y que venían en cajas amarillas con la foto de la Bristol y el edificio del Casino. Pero después vi que era un queso como cualquier otro. Debería haber alfajores de queso. A nadie se le ocurrió inventarlos. Pero le juro, señorita, que cuando yo sea grande los voy a fabricar y me voy a hacer millonario.
A mi tía Paquita, que le dicen la Paqui, le gustan los quesos con muchos agujeros. Dice que lo que más le gusta del queso son los agujeros y hay que verla, señorita, como se pone con el cuchillo y el tenedor a recortarlos y como disfruta masticándolos con esos dos únicos dientes que le quedan.
Hay mucho para contar sobre el queso, señorita, sería lindo que alguna vez, usted que sabe de todo, nos cuente quién lo inventó y como lo hacen. Algo debe tener que ver con las vacas porque hay muchos quesos que vienen con una etiqueta con un dibujo del campo con vacas y eso, ahora que me acuerdo, señorita, me olvidé de ponerlo en esa otra composición tema "la vaca" que usted nos dio para hacer la otra vez y que usted me corrigió un montón de cosas y que al final me puso un regular y que para mí estaba bien. Además no entendí ni medio lo que me corrigió con esa letra espantosa que tiene y encima con birome roja.
Pero volviendo al queso, señorita, le digo que está muy bien que nos haga escribir esta composición, porque hay muchos chicos a los que no les gusta y que para comerlo se tapan la nariz. Lo mismo que cuando tienen que tomar la leche, como hace mi prima la Pirucha, que es muy asquerosa.
Yo tendría más para escribir sobre el queso, señorita, pero me parece que la voy a aburrir. Pero antes de terminar le quiero decir algo, señorita, le quiero decir que yo a usted la quiero mucho ¿y sabe porqué?, porque cuando me le acerco, usted, siempre tiene un impresionante olor a queso.

LO QUE NUNCA NADIE DIJO SOBRE ANDREI BORLOFF



Imagen: www.tectonicablog.com/

La obra de Andrei Borloff es de una peculiar característica dentro de la literatura de la primera mitad del siglo XX. Ya se observa su estilo en su primer libro de cuentos: Dos patos y un camino (Ediciones del Ciervo, Buenos Aires, 1917), donde en el relato que le da nombre al mismo aparece un cazador que se lanza a la vera de una ruta de la Provincia de Buenos Aires en busca de rinocerontes, hipopótamos y ornitorrincos, en los polvorientos campos de una pampa ya no tan húmeda.
En 1922, luego de cinco años sin publicar, Borloff se vincula con diversos movimientos de escritores. Si bien disiente con todos ellos se destaca notablemente y deja perplejos a muchos intelectuales como Landòn, Hacchette y Molina Aguero. Su bajo perfil hace ahondar en sentimientos estrepitosos que da lugar a que su obra sea analizada en casas de Altos Estudios tanto de Argentina como de Uruguay. Pero Barloff va más allá: también llega a Paraguay.
A fines de 1923 logra finalmente publicar De todos los patios se asoman sapos (Ediciones Cagatintas, Buenos Aires, 1923), su primera novela basada en sus vínculos familiares.
En 1924 un prestigioso médico psiquiatra (del cual es paciente) lo invita a disertar en una de las cátedras de la Facultad de Ciencias Ocultas de Xalapa, México, ante una multitud de estudiantes de la carrera de ciencias económicas.
Con esta novela Borloff se consagra. A partir de ella se produce un antes y un después en su vida. En una de sus presentaciones, autografiando ejemplares en la librería Anacleta de la Av. Santa Fe y Riobamba de Buenos Aires, conoce a una mujer soltera mucho mayor que él, la cual lo adopta como hijo y que en 1925 se casa con ella, para que unos meses después decida por influencia de su obra, convertirse en la abuela que nunca tuvo.
Por ese entonces se lo veía a Borloff deambular solitario en las noches por las calles de Buenos Aires buscando empecinado temas de inspiración, pero lo único que terminaban obsecionándolo eran esas chapitas que servían de tapas para una bebida refrescante llamada Pamela y que quedaban tiradas en las veredas de los bares. El nombre de la bebida le inspira a escribir su segunda novela: Pamela, un amor envidiable, que logra publicar a través de un tío natural que dicen conoció en el puerto cuando llegó a Buenos Aires y que trabajaba como linotipista en la Honorable Imprenta de los Niños de Bien Ltda. (Buenos Aires - Barcelona, 1926).
A los cuarenta años Andrei Borloff se enamora perdidamente de una bella joven de quince años llamada Vladimira Nortrova recién llegada de Rusia. Si bien Borloff no habla el ruso ni Vladimira el castellano, ambos escriben a la perfección los dos idiomas, lo que hace que puedan entenderse sólo por escrito. Y es en esa época en que la obra de Borloff se bifurca.
A un año de vivir juntos Vladimira lo deja por un cantor de tangos, el coreano Lezama de la Orquesta Típica La Vitrola. Su confusión es muy grande y no logra terminar su nueva novela Casamiento sin hilos.
En medio de un estado de depresión Borloff decide suicidarse de una manera muy particular tragándose una por una todas las tapitas de Pamela que guardaba en una bolsa de arpillera.
Fue encontrado sin vida en la habitación que alquilaba en una pensión de la calle Chacabuco en el barrio de San Telmo justo un día después que Vladimira Nortrova presentara junto al coreano Lezama su primera novela Casamiento sin hilos, la misma que Borloff había empezado a escribir sin terminar y que había dejado sus borradores olvidados en la casa donde convivían. Si bien la novela no tenía final, fue un éxito rotundo: se vendieron más de 150.000 ejemplares en quince días.

UN TIPO QUE AVANZA


Imagen: http://www.fotosjuancastro.com.ar/

Avanza. No sabe hacia donde. Avanza. Se pierde por esas calles que descienden. Tropieza con adoquines y vías de tranvías entrecortadas. Avanza. Se fatiga y transpira. No detiene ni disminuye su velocidad empecinada. Mientras recorre veredas angostas interrumpidas por bolsas llenas de basura, husmea dolorido en su mente imágenes de un pasado que no ha muerto. Avanza. Llega a una gran avenida. La subida a la autopista lo obliga a detenerse. Cuando el semáforo se lo permite decide cruzar. Avanza. En medio del pavimento cae desplomado. Su cráneo se parte en dos y desde adentro sale la imagen de ella, que lo sigue mirando con esos ojos negros penetrantes. ¿Pero tánto daño te habré hecho para que me hagas ésto?, piensa todavía pese a la sangre que recorre a borbotones su rostro. ¿Era para que me dejaras tirado en medio de esta avenida como un perro?. Cierra los ojos. La imagen de ella se va diluyendo y queda un fondo negro que se confunde con el cielo de la noche. Llega una ambulancia. Un médico y el chofer. Una camilla. Lo suben. La ambulancia arranca a toda velocidad. Se pierde con los hilos de luz del gran tránsito. Avanza.

domingo, 11 de enero de 2009

UNA NOCHE EN LO DE WASHINGTON



Haber llegado a esto. En este estado. No poder levantarme de la cama. Ya son como las ocho de la noche y yo acá, en esta pieza miserable, sobre este colchón hundido que ya ha tomado la forma de mi cuerpo. No, no aguanto más. Desde las dos de la tarde acostado dando vueltas y más vueltas, tratando de quedarme dormido. Hace como tres noches que no puedo conciliar el sueño. Esa opresión en el pecho y esa angustia insoportable. No, no, no soporto más vivir así. Ya no me atrae más la lectura. Hice varios intentos por retomar el Ulises y no puedo leer más que su primera página sin siquiera recordar lo que leí. Finalmente me quedo siempre mirando el techo y pensando en aquellos días con Marilú. ¿Para qué? ¿Me podés decir? No puedo desprenderme de toda esa época. Lo único que hago es eso: mirar el techo, revivir esos días y fumar, fumar, fumar esta pipa. Al final es lo único que me queda. La pipa y esos dos o tres libros que pude rescatar. ¡Pensar que tuve tanto!... Haberlo perdido todo. Todo por esa mina. Un tipo como yo… Le voy a tener que pedir a Laura que me consiga un Lexotanil del hospital. Otra noche sin dormir y me vuelvo loco. Tengo que salir de esta miserable cama. Ya no aguanto más.



Luciano sale de la pensión afeitado y perfumado. Se encuentra con Laura, la enfermera, que también se va.
- Hola, Laura ¿te vas a laburar?
- Sí, hoy me toca.
- Decime, ¿me podrías hacer un favor?
- Sí, ¿qué necesitás?
- ¿Me conseguirías aunque sea una pastilla de Lexotanil? ¡Hace como tres noches que no puedo dormir! ¡No doy más!...
- Sí, no hay problema. Te traigo un blister, si querés, así te quedan… por si te sigue el insomnio.
- Uy, Laurita, sos un amor… ¡No sabés cómo te lo voy a agradecer! Hacé una cosa ¿querés? Cuando vuelvas del hospital a la mañana golpeame la puerta de la pieza y alcanzámelas. Lo más probable que esta noche tampoco duerma.
- Sí, no hay problema, te las alcanzo. Ahora te tengo que dejar, perdoname, pero es que se me hace tarde Chau.



Lo de siempre por estas calles. Las veredas rotas, la basura desparramada, los perros sueltos llenando de mierda las pocas baldosas sanas que quedan y esos tres vagos en la esquina tomando cerveza y hablando a los gritos. Uno de ellos está jugando a las bolitas. Bolitas. ¡Cuánto tiempo hacía que no las veía! ¡Si habré jugado con ellas cuando era pibe! ¿De dónde las habrá sacado este boludo?



No es fácil encontrar la entrada del boliche de Washington. Hay que entrar a esa casa del pasillo largo, ¿ves?. Entonces la primera puerta no, la segunda tampoco, la tercera. La tercera es. Levantás el picaporte despacito, porque si no se sale y después es complicado volverlo a poner en su lugar, y pasás. Te vas a encontrar con un patio de baldosas blancas y negras como un tablero de ajedrez, macetas con malvones, lazos de amor, potus, ficus y alguna que otra amarillis. Al frente vas a ver las tres piezas unidas. Vos entrá por la pueta del medio y pasá nomás y te vas a encontrar con el boliche. No tengas miedo si los pisos se hunden mientras caminás, ya es así. Tal vez te resulte algo tenebroso pero una vez que te sentás en alguna de las mesas te vas a sentir cómodo. Cuando una morocha grandota se te acerque a tomar el pedido le decís que te mandé yo, ¿sabés? Ahí solo entramos nosotros o los que nosotros recomendamos, dar mi nombre es como una especie de contraseña ¿viste? Y de ahí en más te podés quedar todo el tiempo que quieras y todas las veces que se te cante. Podés comer, tomar un café, una cerveza, lo que quieras. No sabés como cocina la morocha, Isabel, que es la mujer de Washington. Pero cuando vayas, antes de ir avisame que yo llamo y les aviso que les mando una persona así y asá que va a dar mi nombre. Entonces nos quedamos todos tranquilos. ¿Entendés? Imaginate que ese local está en total contravención. No paga impuestos ni tiene habilitación municipal, ni nada, es como si fuera una casa de familia pero transformada en boliche.
(Explicación que le dio Omar a Luciano en octubre de 2005, cuando éste alquiló la pieza de una pensión de la zona, donde Omar también alquilaba)



“No está tan mal este lugar después de todo”, piensa Soledad en una de las mesas al lado de la que está contra la pared mientras come arroz con pollo y queso con una copa de tinto.



Si no fuera por Omar este boliche no lo conocería. Me encanta estar acá. Con esa música de fondo de vinilo rayado. Hoy puso el long play de Billie Holiday, el que me gusta a mí, el que tiene “Summertime” de Gershwin. Por suerte no ocuparon mi mesa favorita. Qué loco todo esto: en la mesa que está a mi izquierda hay una mina que está comiendo arroz con pollo. Me apesta el olor al queso rallado. Voy a encender la pipa como para contrarrestar y ver si mientras tanto voy leyendo el Ulises aunque me gusta más escuchar a la Holiday hasta que termine el disco. Ahí viene Isabel.
- ¿Qué tal le anda la vida, Luciano?
- Medio deprimido, a ver si me traés un fernet doble con cola y me levanta el ánimo. Después veo si como algo.
- Hoy preparé unas costilletas de cerdo tiernizadas con leche que están para chuparse los dedos, todavía quedan dos, si quiere se las reservo.
- Bueno, dale, pero sin apuro, quiero estar tranquilo y disfrutar del fernet y la pipa, después me pondré a leer este libraco y si tengo hambre te pido las costilletas, ¿podrán ser con fritas?
- ¡Pero por supuesto, Luciano! Usted ya sabe que acá lo que no tenemos lo conseguimos enseguida.
(Le hago un gesto a Isabel para que me diga quién es esa mina que está sola en la mesa de al lado comiendo arroz con pollo)



Washington detrás del mostrador le guiña un ojo a Luciano mientras éste va fumando pausado y le sonríe.



Ya me va pasando un poco el bajón, Hmmm, ese sabor que tiene el tabaco inglés… me lo va a estropear el fernet… Ah, ese tema que canta la Holiday ¡qué maravilla!... ¿Cómo se llamaba?... El hombre que yo amo, creo. Yo, a ese disco lo tenía, allá cuando vivíamos con Marilú en el bajo Belgrano. Maldita inundación esa que se me llevó todo…



En cada mesa hay un viejo cenicero de lata dorado con la publicidad gastada de Cinzano, un salero y un palillero ambos de vidrio y una cajita con naipes a la que Luciano toma con su mano derecha (con la izquierda sostiene la pipa) y observa detenidamente:

Paralelepípedo azul con letras blancas

De cartón algo gastado

Contiene 4 naipes Fourrier

En el frente, el sello del fabricante

“Francisco Fourrier, España”

Y atrás, muy cómicos, 3 chimpancés jugando póker.

Nunca pude jugar a los naipes. Marilú siempre se quejaba porque yo no podía entender ninguno de los juegos que se pueden practicar con éstos. Siempre traté de desaparecer cuando llegaba alguien y quería jugar a las cartas. No sé, nunca me atrajeron ni los entendí. Ni siquiera la escoba de quince ni el chin-chón. Prefiero la lectura. A ver si puedo con el Ulises. Ahora creo que queda un tema más de Billie Holiday y empiezo a leerlo. Pero que no se me apague la pipa, carajo… uh, ahí ya viene Isabel con el fernet cola…



Entran tres muchachos de esos del barrio y se acercan al mostrador para saludar a Washington. Bromean con él sobre fútbol. Uno de ellos arroja sobre el mostrador algunas bolitas. Dos dicen ser hinchas de Boca, el otro de Ríver y Washington de Peñarol porque es uruguayo.



“Fútbol, qué boludos”, piensa Soledad mientras va terminando su arroz con pollo. “¡Ahhh, ese perfume a tabaco para pipa!... El tipo que la fuma debe ser especial… ni lo quiero mirar… a ver si todavía me gusta….” . Levanta un brazo y lo llama a Washington para que le traiga un café.



Los muchachos se sientan en una mesa alejada a las de Soledad y Luciano, hasta ese momento los dos únicos clientes que hay en el lugar. Piden cervezas y siguen bromeando, hablando a los gritos, riendo a carcajadas.



Se termina el disco de Billie Holiday. Luciano ya está tomando su fernet-cola. De pronto siente un fuerte dolor en el pecho. Se reacomoda en la silla, se pone firme, no le da importancia. Washington pone un disco de Vinicius con Toquinhio y María Bethania y le lleva el café a Soledad, la que se da vuelta y mira a Luciano. Él baja los ojos. Hace como que lee el libro. Se escucha “Felicidade”, de Vinicius.



El olor de la pipa era dulce y no me molestó, a pesar a que todavía no había terminado de comer. Luego, cuando el mozo me trajo el café, casi diría que me gustó aquel aroma que llegaba desde la mesa de al lado. Finalmente mi curiosidad pudo más que mi indiscreción, y me dí vuelta para mirarlo. Era tal como lo imaginaba.
(Le confiesa días después Soledad a su prima la Pirucha recién llegada de Villa María en la mesa de un bar de Rivadavia y Saavedra)



Cuando Miguel Ángel entra a lo de Washington lo vé a éste desesperado que se le acerca y le dice: “¡Llegaste justo, botija, vos que sos estudiante de Medicina, se me quedó un cliente doblado en la mesa!. Con la Isabel lo movimos y todo, y nada, che, está pálido, frío, duro… me… me… ¡me parece que está muerto, vení vení…!”, y lo lleva al joven hasta la mesa donde está tirado Luciano con el vaso de fernet volcado sobre el libro y su brazo izquierdo caído aún sosteniendo con firmeza la pipa ya apagada. Alrededor de la mesa están los tres muchachos ahora callados y serios. Soledad lo mira asustada. Isabel tratando de reanimarlo. “Sí, Washington, no hay nada que hacer, el chabón crepó”, le dice Miguel Ángel fría y terminantemente después de haber revisado minucioso a Luciano.
“¡Llamá urgente a Omar!”, ordena Washington a Isabel, la que va rápidamente hacia el teléfono negro de baquelita que está sobre el mostrador.
Uno de los muchachos se le acerca a Washington y le comenta por lo bajo abrazándolo: “Quedate tranquilo, viejo, nadie se va a enterar que este tipo se quedó muerto acá, nosotros nos encargamos de llevarlo a la pensión y hacemos pasar como que murió ahí. Quedate piola porque mi tío es el comisario de la seccional de la zona, además es amigo del dueño de la pensión". A Washington se le caen las lágrimas. Isabel lo besa.



Ocho menos cuarto de la mañana. Laura regresa del hospital. "Me olvidé de traer el Lexotanil para Luciano", se dice a sí misma mientras bosteza, "no importa, ahora le alcanzo uno de los míos". Pasa por la esquina. Los muchachos del barrio están dormidos tirados en la vereda. Tres botellas de cerveza vacías ruedan sobre las baldosas. Los perros siguen sueltos, las veredas rotas, la basura diseminada por todas partes.

DE UN BORRADOR RECIENTE



"Sin título", dibujo de Alejandra Merello


A Ale

Me permito juguetar con tus palabras que calan hondo con una honda pro-fusa.

1
Ese temor es rosado, mujer
Me impresiona morbosamente
y bruto me quedo a 260 kms.
de distancia

Desconozco el punto de ese juego
que deshace la contradicción
y me siento bordeando el abismo.

Intento vedarme
de cualquier especie de apetito.

Tal vez mi insensatez
me haga volver.


2
Soy alfarero de dulces mentiras
en las que nunca faltan
azúcar, miel, caramelos y chupetines.

Me coloco anteojos de metal,
me lastimo,
me desgarro,
me desquicio.

Juego y juego
como si gozara...


3
Basta, vasta con el asta
hasta moldearte casta

(odiosas rimas, odiosas odas)


4
(1) Explota ese corazón
tan sufriente
que cubre el médano
con oleadas de lágrimas

(2) Tal vez el yo no estar
sea filoso
y corte en fetas
tu corazón


5
Compartidos
con partida
con formarte

te de-formas
me de-formo

tanta tinta rancia
para grabar
tu pena mi pena

Este viento que sopla
sacará tormenta


5.11.2008


Agrego(s):

La asfixia (esa sensación tan temida)

No puedo permitir la asfixia
que producen
esas odas detestables,
sos muy valiosa, negrita.

***

Avisadme
si aparecen fetas de tu corazón

deseo aunque sea solo una
para abrigarla
al calor de mis manos

***

Tengo esas manos para acarici-arte mejor.


sin embargo no quiero dañarte, no,
y desaparezco,
me hago nada de todo.
***

se me ha cruzado una vaca en el camino
esa, con la que me quemé con su lechenvida,
me detengo porque me gusta
lloro
***

ustedes no han tenido el gusto de conocerla,
yo sí,
hasta dudo de su existencia,
pero sin embargo tiene una ventana
que da al río
***

provista de duelo,
me duele,
ataviada de quimeras,
admira mis manos,
las mismas que le escriben
torpemente
lentamente
no la alcanzo
me mira y me revisiona,
se detiene en mis más ínfimos detalles,
me deslumbra con sus quimeras,
se va de caravana,
me desconcierta,
sin embargo me embarca
poepinta mi desayuno
con sus hojas escritas
las leo y releo
acompasando tostadas
untadas con manteca
y sorbo el cafeconleche
que se enfría
por leerlas tanto
sus palabras se reproducen
en mas palabras
aunque sean siempre las mismas
en cada lectura
cobran otra y otra
este pilchatriste
se caga de sueño
de trabajo nocturno
ya de mañana
resiste al morfeo
quiere quedarse aferrado
a la musa
de identikits y hojas rescatadas
ha poblado el día nuevo
me despierta de creativas
y lanzo llamas de tinta al papel
para quemarlo de decires
***

en sin títulos
nos cruzamos
nos enhebramos
nos bailamos
nos dedicamos
entreveraneando versos
***

en 5
me miente 1, 2, 3 veces
grita los motivos 4, 5, 6
y demuele tiempos y utopías en 7, 8, 9
para llegar al 10
donde me niega manos que derraman amor
y aún así insisto
mi tinta no se borra
tampoco los recuerdos
de tanto hoy así
mañana no será me clava
me dobla
me retuerce
me gusta
desaparezco
pero reaparezco
***

ese sombrero en su cabeza
cubre su genia
quiero quitárselo
para enredarme
en cada uno de sus pelos
***

ya no hay mañanas
ni ayeres
hoy no se sabe
puede sonar su llamado
pero no ni nunca su arribo
sus ojos hacen despegar al horizonte
y me quedo esperando
su cuento prometido
después vuelvo